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Las pataletas forman parte natural del desarrollo infantil.
Aunque suelen preocupar y desgastar a los adultos, en realidad son una expresión de emociones intensas que los niños aún no saben manejar.
La frustración, el enojo o la tristeza pueden desbordarse en gritos, llanto o resistencia, sobre todo entre los 4 y 7 años.
Lo importante es entender que no se trata de “mala conducta”, sino de una oportunidad para enseñar autorregulación emocional, una habilidad clave para la vida.
Estudios de instituciones como la Universidad de Yale, la American Psychological Association (APA) y el Child Mind Institute coinciden en que los niños que aprenden a gestionar sus emociones en la infancia desarrollan más resiliencia, mejor autoestima y mayor capacidad de adaptación en la escuela y en sus relaciones.
Aquí encontrarás 5 estrategias prácticas, con respaldo científico, para acompañar a los niños en esos momentos difíciles.
1. Valida las emociones de tu hijo
Cuando un niño hace una pataleta, muchas veces recibe frases como “no llores” o “ya basta”.
Sin embargo, investigaciones del Child Mind Institute han demostrado que validar la emoción —es decir, reconocer lo que el niño siente sin juzgar— disminuye la intensidad del estallido.
Ejemplo: en lugar de decir “no te enojes”, puedes responder: “Entiendo que estás molesto porque querías seguir jugando”.
Esto no significa ceder al capricho, sino mostrar que comprendes lo que siente.
Consejo práctico:
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Usa frases empáticas: “Sé que es difícil…” o “Entiendo que te da pena…”.
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Evita minimizar con frases como “no es para tanto”.
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Una emoción validada se calma más rápido que una emoción ignorada.
2. Anticipa las transiciones y cambios
Muchos estallidos ocurren cuando los niños se enfrentan a un cambio inesperado: dejar la plaza, apagar la televisión o irse a dormir.
Según la Universidad de Yale, anticipar lo que viene reduce significativamente la resistencia y la frustración.
Ejemplo: antes de terminar el tiempo de juego, puedes decir: “Jugamos 5 minutos más y luego guardamos los juguetes”.
Este aviso permite que el niño se prepare mentalmente.
Consejo práctico:
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Da señales anticipadas antes de un cambio.
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Usa relojes visuales o canciones como recordatorio.
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Mantén la rutina lo más predecible posible.
3. Enseña herramientas de calma
No todos los niños saben cómo tranquilizarse solos.
Investigaciones de la American Academy of Pediatrics (AAP) destacan que enseñar estrategias de regulación —como la respiración profunda o el uso de objetos calmantes— ayuda a disminuir la intensidad y duración de las pataletas.
Ejemplo: puedes enseñarle a inhalar contando hasta tres y exhalar lentamente, como si soplara una vela.
También puedes ofrecerle un peluche que use como objeto de calma.
Consejo práctico:
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Practiquen la respiración cuando estén tranquilos, no solo en medio de la crisis.
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Ten a mano un rincón con cojines, peluches o libros para relajarse.
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Refuerza cada intento de autorregularse, aunque sea pequeño.
4. Establece límites firmes y consistentes
La paciencia no significa ausencia de límites.
La psicóloga Jane Nelsen, creadora de la Disciplina Positiva, sostiene que los niños necesitan tanto afecto como firmeza.
Cuando los adultos ceden constantemente en medio de una pataleta, el niño aprende que esa conducta funciona para conseguir lo que quiere.
Ejemplo: si tu hijo hace una pataleta porque quiere más dulces y tú le dices que no, mantén tu decisión con calma, aunque llore o grite.
Tu serenidad le enseña que los límites se cumplen.
Consejo práctico:
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Mantén las reglas claras y coherentes.
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No cambies de opinión en medio de la crisis.
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Recuerda: firmeza + afecto = seguridad emocional.
5. Refuerza las conductas positivas
La American Psychological Association (APA) ha mostrado que el refuerzo positivo es más efectivo que el castigo para moldear la conducta infantil.
Cuando un niño logra calmarse sin llegar a una pataleta, reconocerlo fortalece su autoestima y motiva la repetición de esa conducta.
Ejemplo: si tu hijo respira profundo y logra tranquilizarse, puedes decirle: “Me gustó cómo respiraste para calmarte, eso fue muy valiente”.
Consejo práctico:
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Refuerza inmediatamente después de la conducta positiva.
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Usa elogios específicos, no solo un “bien hecho”.
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Reconoce el esfuerzo, no solo el resultado.
Reflexión final
Las pataletas no son un fracaso de crianza, son parte natural del proceso de aprendizaje emocional.
Cada crisis es una oportunidad para enseñar paciencia, empatía y autocontrol.
Los niños que reciben contención, límites claros y ejemplos de calma aprenden poco a poco a manejar sus emociones con más seguridad.
El verdadero desafío no está en “evitar que hagan pataletas”, sino en acompañarlos a descubrir cómo enfrentar la frustración de una manera sana.
Con el tiempo, esas habilidades se convierten en herramientas de vida que usarán en la escuela, en la adolescencia y en sus relaciones futuras.
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